Conocida popularmente como una estación yerma y melancólica, se nos presenta en estos días el otoño, conductor de cambios, amén de propiciador de balances emocionales. El ocaso meteorológico y espiritual nos motiva a resguardarnos en el interior, originando las clásicas postales harto conocidas: contemplar la lluvia, danzar sobre los alféizares; largos paseos sobre mantos de hojas marchitas; ver cómo se alzan y desmoronan los reinos.
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